miércoles

¿Vivir una vida moral me llevará al cielo?

¿Sabía usted que el 53% de las personas creen que se pueden ganar el cielo haciendo buenas obras? Ven a Dios como un gran contable que está encorvado escribiendo en una hoja todas las buenas y las malas obras que determinarán nuestro destino eterno.
Este tipo de pensamiento está lleno de problemas. Piénselo, ¿Dónde exactamente la línea de las buenas obras y las malas se traza? ¿Cuántas buenas obras son necesarias para aprobar? ¿Cuántas buenas obras son necesarias para borrar una mala? ¿Diez palabras amables remplazarán un mal pensamiento? ¿Y qué si usted pierde el corte por una? Imagínese usted a Dios diciéndole, "Lo siento mucho José pero has perdido por una de manera que te tendrás que ir al infierno".
Aun cuando este concepto es fundamentalmente falible; es la razón principal del porqué las personas no siguen a Jesús. Porque es muy difícil para ellos ver su necesidad. Es por eso que es imprescindible que usted vea su necesidad.
Lo que sucede es que tendemos a sobrestimar la justicia relativa y subestimar la santidad absoluta de Dios. De hecho, siempre ha sido difícil para los más sabios e inteligentes ver su necesidad. Cuando usted está en el fondo del montón es más fácil mirar hacia arriba. Cuando está en la cárcel es más fácil admitir su necesidad. Cuando ha destruido a su familia a causa del alcoholismo, es más fácil buscar a Dios. Pero cuando usted está entre los mejores y los más sabios es muy difícil ver su necesidad. El problema es que todos pensamos que estamos ahí.
Así que permítame ver si puedo aumentar el nivel de nuestra necesidad. Necesitamos ir mas allá de la justicia relativa pero si usted necesita compararse con la justicia relativa. Si usted quiere creer que con tan solo vivir una vida moral se irá al cielo. Vea lo que dijo Jesús en Mateo 5:20,
"Porque les digo a ustedes que si no superan a los maestros de la ley y a los fariseos en hacer lo que es justo ante Dios, nunca entrarán en el reino de los cielos".
Yo le puedo asegurar que las personas que escucharon esas palabras dijeron "¡Ay Caray!" Esta fue una declaración asombrosa porque los fariseos eran los superestrellas espirituales de aquella época. Se memorizaban todo el Antiguo Testamento. Iban al templo o la sinagoga tres veces al día. Se detenían a orar siete veces al día. Diezmaban fielmente al tesoro del templo y sin embargo, Jesús dijo, "Si quieren irse al cielo, tendrán que ser mejores que ellos."
Quizás esté pensando; entonces ¿Qué es lo que Dios espera de mí? Dios espera que usted sea perfecto. Jesús dijo, "Sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto." (Mateo 5:48)
Como puede ver, el estándar es la perfección, no las buenas obras que uno haga. De manera que si el estándar es la perfección ¿Cómo haría delante de Dios? ¿Ve usted un problema? ¿Ve su necesidad?
Es por eso que es absurdo pensar que con tan solo vivir una vida moral, y no hacerle daño a nadie, hacer obras de caridad le garantizará un lugar en el cielo. Las personas que piensan así, están sinceramente equivocadas. La salvación es un regalo, no la puede comprar ni mantenerla haciendo buenas obras, yendo a la iglesia todos los domingos, o portándose bien.
Dios no perdona pretextos, perdona pecados. No importa que tan moral viva su vida, si no tiene a Jesús en su corazón; las buenas intenciones por más buenas que sean son buenas para nada.
© Copyright 2009 Más de la Vida con Jorge Cota

martes

Yo no quería ser cristiano...

Cómo huir puede llevarle a una aventura inesperada

Sara Miles no quería ser cristiana. Anne Lamott no quería ser cristiana. C. S. Lewis no quería ser cristiano. Tampoco R. A. Torrey, Ziya Miral, Lin Yutang, Jim Vaus, o una docena de otros que podría nombrar.
¿Cómo encuentran las personas a Dios cuando están huyendo de Él lo más rápido que pueden? Quienes hemos sufrido angustias en nuestro peregrinaje espiritual, sabemos que es bastante difícil encontrarlo aunque se le busque con todas las fuerzas —orando, leyendo la Biblia, escuchando sermones, buscando la dirección de amigos cristianos y pastores. Por tanto, ¿qué esperanza hay para aquellos a quienes simplemente no les interesa Dios? ¿Qué de aquellos que son agresivamente hostiles hacia Él, o que ni siquiera creen que Dios existe, o que detestan tanto a los cristianos y al cristianismo, que se sentirían horrorizados de pensar que pudieran tener alguna relación con tales personas?
Mientras escribía un libro sobre la duda y la fe, estudié decenas de historias de conversión, y entrevisté a muchas personas acerca de la manera en que llegaron a la fe en Cristo. Algunas de las historias más sorprendentes fueron las de convertidos que no sólo encontraron a Dios, sino que además se sintieron buscados por Él.
Sara Miles no sentía simpatía por los cristianos. Ella se describe como "una intelectual secular, periodista de izquierda y de conducta escéptica". Aunque sus abuelos fueron misioneros cristianos, sus padres rechazaron lo que veían como "el totalmente irracional e ilógico concepto" de Dios, y criaron a su hija en un hogar ateo. Ella detestaba la mayor parte de lo que asociaba con el cristianismo.1 ¿Qué podía ofrecerle el cristianismo? ¿Por qué pensar en cambiar su vida y enfrentarse a las burla de su familia y amistades, por creer en Dios?
Anne Lamott tampoco parecía una candidata posible para el cristianismo. Al igual que Sara Miles, creció en una familia de ateos, donde se ridiculizaba la fe en Dios. Como adulta, Lamott tuvo éxito como novelista, pero también se enredó en la drogadicción, el alcoholismo, la bulimia, y en relaciones destructivas. Sus amigos eran personas "brillantes, divertidas y liberales", pero incapaces de aceptar que alguien de su círculo se convirtiera al cristianismo.
Aparece Jesús y todo cambia
Ambas mujeres se hicieron cristianas, pero ninguna de ellas había buscado a Dios. Por el contrario, ellas afirman que fue Él quien las buscó, y de que su presencia no fue siempre recibida con agrado. Como otro ex inconverso reacio, C. S. Lewis, dijo: "Los buenos agnósticos hablarán alegremente de ‘la búsqueda de Dios por parte del hombre’. Para mí, como era yo entonces, bien podrían haber hablado de la búsqueda del gato por parte del ratón".2
Cuando Anne Lamott sintió la presencia de Jesús en su habitación, estaba en condiciones irreverente. En el día había tenido una crisis por el alcohol y las drogas. Al llegar la noche, creyó que moriría pronto, pero "de no se sabe dónde" le pasó por la mente hablar con un sacerdote de una iglesia episcopal cercana de la cual le habían hablado algunos amigos de la familia. Sus conversaciones con el sacerdote la ayudaron a acercarse más a la fe, y poco después comenzó a asistir a la Iglesia Presbiteriana de San Andrés, porque le gustaba la música que oía cuando pasaba frente a ella los domingos por la mañana. Se quedaba sólo para oír la música, y se marchaba antes de que comenzara el sermón.
Poco tiempo después Anne quedó embarazada, se practicó un aborto, y fue allí cuando Jesús se le presentó. Debilitada por la hemorragia y temblorosa, sintiéndose miserable y demasiado perturbada para tomar otra copa o una pastilla para dormir, yacía en la cama cuando se percató de que había alguien en la habitación con ella. "La sensación fue tan fuerte, que encendí la luz por un momento para asegurarme de que no había nadie —por supuesto que no lo había. Pero después de un rato, estando de nuevo en la oscuridad, supe más allá de toda duda que era Jesús. Lo sentí con tanta seguridad, como siento ahora la presencia de mi perro junto a mí al escribir esto". Pero en ese momento no le dio cabida a Dios en su vida. Estaba "horrorizada" de lo que pensarían sus amigos si se hacía cristiana. La conversión le parecía "algo imposible que simplemente no podía permitir que ocurriera. Me volví hacia la pared y dije en voz alta: ‘Preferiría morirme’".3 Sintió que Jesús había estado con ella durante toda la noche, observándola con amor y paciencia, pero ella no lo invitó a entrar en su vida sino hasta una semana después.
A Sara Miles, fue también un encuentro con Jesús —inesperado, no buscado— lo que la transformó. Un día, por curiosidad, entró a la Iglesia Episcopal de San Gregorio, en San Francisco. "No tenía absolutamente ninguna razón para estar allí. Nunca había escuchado una lectura del evangelio, nunca había dicho el Padrenuestro. No estaba interesada en convertirme en cristiana —o, como pensaba de una manera menos amable, en una fanática religiosa". Recorrió la iglesia y se sentó, esperando que nadie la notara. Cantó con todos los demás, sintiéndose un poco ridícula, y luego una mujer anunció: "Jesús invita a todos a su mesa".
Miles pasó al frente y se paró junto a la mesa. Después de más cantos, alguien puso un "pedazo de pan fresco y desmenuzado en mis manos, diciendo: ‘el cuerpo de Cristo’, y me dio la copa de vino dulce, diciendo: ‘la sangre de Cristo’, y entonces me sucedió algo inconcebible y aterrador. Jesús se me presentó".
Ese fue el momento de conversión de Miles, pero esto la desconcertó tanto que se puso a buscar de inmediato otras explicaciones. La palabra "Jesús" le quedó grabada en la mente, y la decía una y otra vez, sin saber por qué. "Pero era más real que cualquier pensamiento mío, o incluso que cualquier emoción subjetiva: era tan real como el sabor real del pan y el vino. Y la palabra estaba ahora con toda seguridad en mi cuerpo, como si me hubiera tragado una pastilla radioactiva que perduraría por más tiempo que mi carne".4
¿Y qué de todas esas preguntas sin respuesta?
Todo el proceso por el cual los no creyentes encuentran a Dios —o Él los encuentra a ellos— no es nada de lo que yo esperaría. Estos escépticos tienen fuertes objeciones al cristianismo. Yo hubiera imaginado que, antes de venir a Cristo, hubieran buscado alguna oportunidad para presentar sus dudas y objeciones, y recibir respuestas seguras a las mismas. Sólo después de que cada punto de divergencia en su lista haya sido marcado como debidamente respondido, podrían entregar sin problemas sus vidas a Jesucristo. Pero rara vez ocurre así.
Jesús atrapa a las personas en medio de la corriente de este mundo. A veces aparece cuando menos lo esperan, y cuando menos lo desean. Es posible que algunas de sus dudas acerca de Él sean contestadas, y otras permanezcan por más tiempo. Pero Él está allí, con su presencia amorosa y paciente. Y las personas deciden aceptarlo, o rechazarlo. Los cristianos no son personas que han respondido todas las preguntas acerca de Jesús; son personas que han tenido un encuentro con Él.
Dios quiere conquistarnos
Si Dios busca y encuentra a Miles, a Lamott, y a otro sinnúmero de ex inconversos reacios —personas con razones culturales, sociales, políticas, morales y vergonzosas para evitarle, ¿de quién puede decirse que está fuera de su alcance? ¿Quién puede concluir, con toda seguridad, que tal persona está demasiado lejos de Dios para llegar a Él? ¿Quién es demasiado hostil hacia Él? ¿Quién demasiado vulgar? ¿Quién demasiado sarcástico y desdeñoso? ¿Quién demasiado perverso?
La pregunta de quién está demasiado lejos para llegar a Dios, la han estado haciendo las personas desde hace siglos. Cuando los fariseos y los doctores de la ley criticaron a Jesús porque pasaba mucho tiempo con "publicanos y pecadores", Él les respondió con unas parábolas en las que Dios es presentado como Buscador: la historia de la oveja perdida y la historia de la moneda perdida. En la primera, un pastor tiene cien ovejas y pierde una de ellas. Entonces deja a las noventa y nueve para buscar a la perdida, y después reúne a sus amigos y vecinos para alegrarse cuando lo encuentra. En otra historia, una mujer tiene diez monedas de plata y pierde una. La busca con diligencia hasta que la encuentra, y entonces lo celebra con sus amigos y vecinos.
Podría pensarse que para Dios, noventa y nueve de un total de cien ovejas sería suficiente. Nueve de diez monedas deberían ser suficientes. ¿Qué es una oveja o una moneda más, o menos, cuando se tienen tantas? Son muchos los hombres y las mujeres que buscan a Dios voluntariamente y luego le dedican todas sus vidas a Él. Entonces, ¿por qué molestarse tanto buscando a personas como Anne Lamott o Sara Miles? ¿O a usted? ¿O a mí? Pero yo siento —y adoro— ese Espíritu de Dios que me busca, y al que siento moverse dentro de mí. Estoy agradecido porque sé que fui la moneda perdida por la que Él registró toda la casa hasta encontrarme. Estoy agradecido porque encontrar a Dios no dependió sólo de mi esfuerzo. Aunque le sea hostil e indiferente, y esté lleno de pecado y engañado, Él todavía me desea.
Soy cristiano desde hace mucho tiempo, pero sigo sintiendo la búsqueda amorosa del Señor. A veces tengo arrebatos de escepticismo, me enfado con la iglesia, me aburro, o siento que me malentienden e ignoran. Desertar es una tentación, pero algo más profundo que todos esos problemas —el Espíritu Santo que nos busca, ama y abraza— me mantienen a mí y mis hermanos en la fe conectados a Él y a la iglesia con un vínculo profundo. No importa cuánto me desanime, el amor y el propósito más profundo de Dios me siguen sosteniendo.
Por Joseph Bentz

sábado

Anunciando las virtudes de Dios

Tú has sido escogido por Dios para anunciar sus virtudes!. La Biblia explica la razón de haber sido elegidos por Dios como anunciantes de sus virtudes.

Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.
1Pedro 2:9-10

Contrario al concepto que tenemos nosotros de los demás y a veces de nosotros mismos, diferimos del concepto que Dios tiene de los demás y de nosotros. Aunque pienses que eres del comun, Dios dice que eres escogido en medio de una multitud. Aunque tu comportamiento o situación no indique que eres especial o afortunado, Dios dice que perteneces a su Realeza. Y aunque ciertamente tu actitud da evidencias de lo contrario, para Dios eres un santo, apartado para él. Y finalmente, aunque creas que Dios no te tiene en cuenta, Él afirma que te adquirió como algo precioso, a costa del sacrificio cruel de su hijo Jesús. Creo que es el momento de ir cambiando el concepto que has aprendido de ti mismo y de los demás y te renueves al verdadero concepto de tí, que es el que Dios tiene."

¿Cuál realmente es el camino?

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Juan 14:6
Mucha gente en el mundo se pregunta cuál es el verdadero camino, cuál es la verdadera religión.
La gente se desespera por encontrar un asiento para sus vidas e indaga por este asunto.
El creyente aún en su más interior tiene también muchas preguntas, aunque un poco diferentes ¿estoy actuando en lo correcto? ¿será cierto que todo cambiará mañana?¿Porqué no he sido sanado?¿dónde estará mi bendición?
Jesús realmente es el camino. No hay una religión estrictamente fiel a la palabra de Dios. Él no vino a establecer o a ratificar ninguna religión. El vino a librarnos.
La única manera de llegar a Dios es atravéz de Cristo Jesús.
Solo Jesús te dará certeza de que estás en lo correcto. Sólo Jesús cambiará tu mañana. Sólo Jesús es tu sanador. Sólo en él está tu bendición.
¡Conocerlo cada día es tu camino para la bendición!...